domingo, 16 de diciembre de 2007

Cuentos desde la Alhambra


Huyendo de la rutina y aprovechando una serie de casualidades benefactoras llegué a la ciudad de los califas, del agua danzarina, las cuestas empedradas y las tiendas hippies. Conté con unos amigos que me ofrecieron un hogar y su compañía a partir de la tarde, así que por la mañana me dediqué al autohomenaje planeado, poniedo a prueba todos esos comentarios tan alentadores sobre uno de los rincones más hermosos de España. Y sin duda puedo decir que Granada no sólo no me defraudó, sino que me dejó con un regusto dulce del que se desea repetir.
Disfruté efimeramente del placer de perderme por las callejuelas del Albahicín, marché alegre por el Paseo de los Tristes, deteniéndome, eso sí, en cada puesto, en cada tetería, pregunté a la gente sólo por escucharles hablar, desafié a la lente de mi cámara con la Alhambra y hasta cogí un poquito de color tomando el sol en el mirador de San Nicolás mientras escuchaba a los cantaores.
Eso sí, en diciembre en Granda se congelan hasta los suspiros, así que recomiendo a los enamorados y similares llevar la boca cubierta, aunque sea por otra boca.

viernes, 24 de agosto de 2007

La ciudad eterna

¿Habéis sufrido alguna vez el síndrome de Stendhal? ¿Alguna vez la belleza os ha dejado al borde de la taquicardia, mientras el corazón gritaba en fa sostenido que le dejárais en libertad? ¿Habéis comprendido la grandeza del ser humano a través del arte?...
Este verano he ido a Roma. Quise besar la piedra en cada rincón, pulir mis labios con sus aristas, desde el suelo del foro a los pies de la Piedad, dar las gracias a aquellos que habían concebido semejantes expresiones de la arquitectura, de la escultura, la pintura... No se puede ir al museo del Vaticano y salir indiferente, observar el fresco de "la escuela de Atenas" y no desear integrarte en el cielo de los filósofos, ser el Adán para vivir eternamentea un milímetro del dedo de dios. Lástima que sea un lugar tan vigilado (comprensiblemente), porque servidora habría aprovechado un descuido de los guías para quedarse escondida detrás de las curvas praxitélicas y sensuales de cualquiera de las estatuas y pasar así la noche, recorriendo los siglos con las pupilas enamoradas. Sinceramente, el estado de mi fe (para bien o para mal) permaneció sin cambios pese a la majestuosidad de los tributos religiosos, pero mi fe por el hombre, mi admiración ante los genios inmortales se hizo reverencial.
Como buena amante de los Astérix no olvidé hacerme una foto luchando con mi hermano en el Coliseo (¿sabíais que el nombre proviene de una originaria estatua de Nerón -coloso- que había a la entrada? ¿sí? pues yo me enteré allí mismo). También descendimos a las catacumbas de los primeros cristianos, donde comprendimos que los romanos se perdieran tratando de encontrar a los prófugos en aquellos frescos laberintos que guardan una memoria imperecedera, y donde más de uno sería feliz haciendo psicofonías.
No faltó la degustación de comida italina. Si vais, no perdais la ocasion de acercaros a la heladería del número 28 -creo recordar- de la calle Serpenti, y por supuesto pasearos de noche por el cosmopolita barrio de Trastévere, junto al río.
En fin, ¿cómo sintetizar Roma en una entrada de blog? Ni idea, lo único que espero es que mi moneda en la Fontana de Trevi me haga regresar algún día a la ciudad eterna.

jueves, 10 de mayo de 2007

Conil de la Frontera



Esa playa no es una playa, es piel de sirena infinita, dorada, que se pierde hasta el cabo de Trafalgar y en cada grano encierra la historia la creación, de los pasos que marcaron su destino, de desembarcos, batallas y salitre. Mis padres la conocieron en su infancia y quisieron que yo lo hiciera en la mía. Nos enamoramos de aquel pueblo blanco, entonces de pescadores, que jalaban las redes al atardecer y a veces me obsequiaban con algún lenguado aún coleando, o alguna lisa; de aquellos atardeceres escarlatas, donde el sol se daba por vencido con un último capricho incandescente, cuajando de luz las pupilas de los extasiados mirones...Recuerdo al viejecito que gritaba aquello de "oiga las de coco" vendiendo surtanas, los largos paseos con mi madre, recogiendo conchas y arreglando el mundo con nuestras conversaciones, el faro al lado del puerto, con sus 12 segundos de oscuridad, los leves acantilados que besaba el mar...ese mar, que me se hacía omnipresente hasta en los sueños con sus ojos verdes y sabios. Hace varios años todo cambió. Donde antes había pinares ahora crecen chalets de lujo, donde yo jugaba a construir castillos imposibles con mi padre (legado que mejoró mi hermano) están aparcadas las motos de agua, los turistas se pelean por un palmo de arena, brotan los racimos de sombrillas horteras, y los chiringuitos son hervideros de gritos y paellas...La primera vez que lo vi así me volví a casa con una sensación de derrota, la especulación y el turismo me habían ganado esta mano y yo tenía ganas de llorar. Así ha sido desde entonces, pero a veces, en temporada baja, regreso mi infancia y entonces todo vuelve a ser mío, mi arena y mis puestas de sol, mi oleaje, y mi pueblo encalado, la playa que me ha visto crecer...


Con este tributo a Conil doy comienzo a la sección Playas y Barcos piratas, en la que espero que os animeis y creemos pronto un ramilletes de recuerdos salados. Contadme los vuestros, ¿qué isla, península o terreno os conquistó? ¿Dónde regresáis para huir de la rutina?...

lunes, 30 de abril de 2007

El primer paso

Bienvenidos, amigos viajeros, al espacio itinerante de una de esas criaturas comunmente conocidas como "culo inquieto". Éste pretende ser un enclave donde encontrar cobijo, un oasis para deternerse a beber y trazar nuevas rutas con las aves de paso. Podemos sentarnos junto al fuego, desempolvar la imaginación y la memoria y convertirnos en narradores de nuestros mejores recuerdos, aquellas experiencias que pueblan las páginas de los diarios de Simbad. Con la asiduidad que mis quehaceres como infiltrada en la vida real me permitan, iré lanzando preguntas al viento, mensajes en botellas, o atados a la pata de una paloma coja. Así que no dudéis en uniros a la expedición en busca de Mu, de la Atlántida o a la vuelta de la esquina, donde la mercería de tesoros de la señora Paqui, que las brújulas están a mitad de precio...
Lo dicho, se abre las puertas de este rincón del nómada en el que todos los trotamundos serán bien recibidos...