viernes, 24 de agosto de 2007

La ciudad eterna

¿Habéis sufrido alguna vez el síndrome de Stendhal? ¿Alguna vez la belleza os ha dejado al borde de la taquicardia, mientras el corazón gritaba en fa sostenido que le dejárais en libertad? ¿Habéis comprendido la grandeza del ser humano a través del arte?...
Este verano he ido a Roma. Quise besar la piedra en cada rincón, pulir mis labios con sus aristas, desde el suelo del foro a los pies de la Piedad, dar las gracias a aquellos que habían concebido semejantes expresiones de la arquitectura, de la escultura, la pintura... No se puede ir al museo del Vaticano y salir indiferente, observar el fresco de "la escuela de Atenas" y no desear integrarte en el cielo de los filósofos, ser el Adán para vivir eternamentea un milímetro del dedo de dios. Lástima que sea un lugar tan vigilado (comprensiblemente), porque servidora habría aprovechado un descuido de los guías para quedarse escondida detrás de las curvas praxitélicas y sensuales de cualquiera de las estatuas y pasar así la noche, recorriendo los siglos con las pupilas enamoradas. Sinceramente, el estado de mi fe (para bien o para mal) permaneció sin cambios pese a la majestuosidad de los tributos religiosos, pero mi fe por el hombre, mi admiración ante los genios inmortales se hizo reverencial.
Como buena amante de los Astérix no olvidé hacerme una foto luchando con mi hermano en el Coliseo (¿sabíais que el nombre proviene de una originaria estatua de Nerón -coloso- que había a la entrada? ¿sí? pues yo me enteré allí mismo). También descendimos a las catacumbas de los primeros cristianos, donde comprendimos que los romanos se perdieran tratando de encontrar a los prófugos en aquellos frescos laberintos que guardan una memoria imperecedera, y donde más de uno sería feliz haciendo psicofonías.
No faltó la degustación de comida italina. Si vais, no perdais la ocasion de acercaros a la heladería del número 28 -creo recordar- de la calle Serpenti, y por supuesto pasearos de noche por el cosmopolita barrio de Trastévere, junto al río.
En fin, ¿cómo sintetizar Roma en una entrada de blog? Ni idea, lo único que espero es que mi moneda en la Fontana de Trevi me haga regresar algún día a la ciudad eterna.